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Cuidad de Guatemala
El 2 de febrero de 2016
Por Lisa Rankin y Fabienne Doiron

Hoy marcó el segundo día del caso Sepur Zarco, en el cual el teniente coronel Esteelmer Franciso Reyes y el ex comisionado militar Heriberto Valdez Asij están siendo juzgados por crímenes de lesa humanidad cometidos en la base militar de Sepur Zarco y en las comunidades aledañas en los años 80s.
En el segundo día, la corte escuchó a seis testigos. El primer testigo del día y el cuarto del caso, Don Arturo, habló de sus experiencias en la base militar Sepur Zarco y las de su esposa, Magdalena, quien falleció hace tres años. Ella era una de las querellantes en el caso y murió poco después de haber dado su declaración en anticipo de prueba en 2012. Como las mujeres, Don Arturo fue llevado a Sepur Zarco, donde le obligaron a trabajar en la construcción de la base militar “sin que nos pagaran ni un centavo”. El habló de haber sido golpeado por no comprarle cigarrillos a los soldados, de haber sido obligado a patrullar y de no haber podido cuidar ni aún su propia casa y terreno.

Una testigo da su testimonio con ayuda de un interprete. Foto: CMI Guatemala

El segundo testigo del día, Don Manuel, fue prisionero en la base militar por cuarenta y cinco días, donde fue torturado y “tratado como un animal” por los soldados. El explicó al tribunal que mientras estuvo detenido, su esposa, quien recientemente había dado a luz, fue violada en su casa. En este entonces, Don Manuel era un alcalde auxiliar en su comunidad, donde estaban intentando de legalizar sus tierras. Los soldados lo ordenaron de entrar en la comunidad e indicar donde vivían las personas quienes estaban participando en el proceso de legalización. Sin embargo, el dijo: “no pude hacerlo porque todos somos humanos con el mismo Dios… ellos están muy agradecidos conmigo, porque siguen con vida.”
El tercer testigo del segundo día del juicio, y el sexto testigo del caso, Don Santos, habló de su experiencia de haber sido detenido por soldados y llevado a la base militar de Pataxte con otros ocho hombres – seis de ellos fueron asesinados mientras que él y otros dos fueron liberados. Don Santos todavía se acuerda de todos sus nombres: ellos eran sus hermanos y vecinos. El se acordó que dijeron que también violaron a las mujeres en esta base militar. Cuando le preguntaron por qué estaba dando su testimonio, Don Santos explicó: “Yo vine a declarar resistencia del sufrimiento que vivimos y para que sepan mi historia.”

Querellantes en el caso Sepur Zarco salen de la corte. Foto: CMI Guatemala
El siguiente testigo, Don Manuel, habló de su experiencia trabajando en la base Sepur Zarco con otros hombres de las comunidades vecinas. El explicó que algunas familias pudieron llevar sus cosas con sigo cuando los forzaron a mudarse a Sepur Zarco, pero que todo lo que no habían podido llevar fue destruido y quemado por los soldados. Explicó al tribunal como los hombres fueron obligados a trabajar construyendo las casas, la cerca, y la pista de aterrizaje del destacamento, también como fue obligado a abrir fosas que sirvieron mas tarde para enterrar personas. El nombró a varias mujeres que se acordaba haber visto trabajando en la cocina, ya que muchas veces era encargado de llevar agua para cocinar. Don Manuel identificó a Valdez Asij en la corte, explicando que él lo conocía porque en este entonces él era el alcalde auxiliar de su comunidad y por eso tenía que viajar a Panzós donde Valdez Asij era una policía municipal. El describió al “Canche Asij” como un hombre que tenía mucha autoridad y era bien conocido, y que “siempre llevaba lista con nombres. Si alguien tiene nombre allí lo capturaban.”

El tribunal escuchó a dos testigos mas antes de aplazar la audiencia. La primera era Doña Petrona quien habló de estar detenida y violada en dos diferentes bases militares en la región: Sepur Zarco y Tinajas. A diferencia de las querellantes en el caso, ella solo tuvo que “servir” en Sepur Zarco un corto periodo: seis días, después de los cuales ya no regresó. Sin embargo, durante su tiempo allá, ella, como las otras, fue obligada a trabajar cocinando “olladas” de comida y fue violada repetidamente por varios soldados, quienes también violaron a su hija. “A nosotras nunca nos pagaron” explicó “lo que nos daban eran cuatro tortillas”, y contó que los soldados les decían que de todas formas ellas no tenían hambre porque ya habían comido en las montañas con los guerrillas. Doña Petrona también habló orgullosamente de enseñar a sus dos hijos pequeños a trabajar en el campo después de haber salido de Sepur Zarco, y de lograr sustentarlos hasta ser adultos a pesar de todo lo que ha sufrido.
El ultimo testigo del día, y el noveno del caso, fue Don Mariano. Su declaración pudo corroborar muchos de los testimonios dado por los demás hombres que habían sido detenidos en la base Sepur Zarco. Él también habló de haber sido obligado a mudarse allá y a trabajar construyendo los cuarto para los soldados y la cerca que rodeaba el destacamento, muchas veces con materiales robados de las comunidades. Recordó haber visto a las mujeres obligadas a trabajar cocinando y lavando la ropa de los soldados, con jabón que ellas mismas tenían que comprar. Él también pudo nombrar a varias mujeres quienes recordaba estar obligadas a trabajar en el destacamento, incluso a su suegra.
La pregunta mas contundente del caso hasta la fecha fue hecha no por los abogados, sino que por Doña Petrona, quien en medio de su testimonio miró a los jueces y les preguntó, “¿Qué es lo que va a decir la ley con lo que nos sucedió? Va a caer justicia o va a quedar así con todos los años que sufrimos?” Está preguntas aún no tiene respuesta.